Todos los movimientos religiosos y políticos a través de la historia que han sucumbido a la tentación del fundamentalismo extremo y de la tiranía de las ideas, lo primero que han destruido o eliminado es la facultad de diferir.

Una expectativa es lo que queremos lograr, lo que siempre hemos soñado, aquello que deseamos y que a marcado lo que hemos elegido a lo largo de la vida.

Cuando en una congregación religiosa se da un sólo punto de vista que no admite análisis ni reflexión, que se lo impone como el único discurso válido, entonces, se está ante las puertas del fundamentalismo más extremo, de la dictadura de pensamiento y de una cultura de imposición. El que no se somete, corre riesgo de ser expulsado, excomulgado, defenestrado, aislado, exiliado y en casos más extremos, asesinado.

No podemos esperar que simplemente nos respeten, sin que previamente respetemos.

El respeto no se exige. Es algo que se obtiene como resultado de nuestra propia actitud hacia otros.

Un hijo es una bendición, pero es un ser humano que no nos pertenece. Viene a nuestro hogar para que viva junto a nosotros el proceso hermoso del crecimiento y de la formación, pero se prepara para partir. De hecho, desde el momento en que nace va anunciando paso a paso su despedida.

Cada persona tiene derecho a enfrentar sus propios conflictos. Una pareja tiene que aprender a construir su propio universo y solucionarlo lo que aprendan juntos.

Un enojo no tratado en el momento adecuado termina siendo fatal para una relación donde debe primar la confianza y la empatía por las necesidades del otro.

El enojo es una de esas emociones que si no se le da un curso adecuado termina por enquistarse en la vida y tal como un río al que se le detiene su cauce, termina por morir y ser causal de pestilencia y mal olor.

El amor significa respetar.